domingo, 3 de noviembre de 2013

De pedos, pedorretas y otros menesteres aéreos

Si mi hija fuese un globo explotaría cada cinco segundos. Y no explotaría por tragona -que también- sino por que a ella el aire en el interior de su cuerpecito le dura menos que un millón de euros en manos de Bárcenas. A ella lo que le va es expulsarlo, por todos lados y, a ser posible, lo más estruendosamente posible. Veamos:

1. Pedos: poco que explicar salvo que mi hija se cuesca como si fuera un marine de 2x2 en vez de un cándido bebé de poco más de nueve meses de vida. El más sonoro, el de la mañana, que es como una especie de trueno para celebrar el nuevo día. El más peligroso, el de después de comer, que normalmente siempre huele a ratón mutante a medio descomponer. Durante el resto del día son múltiples y variados, tantos que ya casi ni los oigo, excepto cuando la tengo en brazos y estoy hablando por teléfono. Entonces -ya me ha pasado más de una vez- me pregunto si la persona con la que estoy hablando:
a) ¿lo ha oído?... y peor aún:
b) en caso afirmativo... ¿pensará que he sido yo?
Y la respuesta que niego en pos de la política del avestruz es en ambos casos es: OF COURSE.

2. Pedorretas: uno de los máximos acontecimientos ventosos en la vida de mi hija es tumbarse encima de mi ombligo y empezar a pedorretear. Se puede pasar horas -de hecho, creo que si no la sacara de ahí, se pasaría todo el día. No sé lo que le atrae del tema, pero le encanta

3. Otros menesteres aéreos:
El blblblblbl...: desde hace una semana más o menos, a la Cacahuete le encanta pasarse el día expulsando vocales, sobre todo la a mientras va pasando todos los dedos por su labio inferior como si fuera el teclado de un piano. Se lo pasa bomba y se parte de risa. Tendré que probarlo yo también a ver si me alegra la tarde.

martes, 8 de octubre de 2013

Cumpleaños de la madre, cumplemés de la hija y un torrente de babas.

A una mamá no se la descubre ni por las ojeras, ni por la capacidad de preparar la comida, poner una lavadora, atender una conversación telefónica, barrer la casa y escribir mentalmente la lista de la compra, todo a la vez, por supuesto... Y un microsegundo después dejarlo todo a medias y correr rauda y veloz al primer sollozo de su retoño.  No, lo que delata a una mamá es que, en comparación con cualquier otro ser humano, la cantidad de babas que puede producir por segundo aumenta exponencialmente hasta el infinito y más allà.
Ahora que la Cacahuete ya ha cumplido ocho meses y no para de aprender a hacer cosas nuevas cada día, esta capacidad adquirida es, si cabe, aún más exacerbada. Veréis, el domingo celebré era mi cumple; cuarenta y uno y olé -¿para que voy a irme con chiquitas–uy-que-yo-mi-edad-no-la-digo-que-voy-a-parecer-un-papiro-clásico si el título del blog es bastante explícito?- Fue la primera vez que Cacahuete y yo soplamos velas juntas. (Bueno, yo soplé la vela mientras intentaba que ella no metiera la zarpa en el pastel). Cacahuete “estrenaba” un vestidito de rayas que había sido usado la última vez 40 años atrás por su mamá, o sea yo. (No hace falta que diga que cuando miré la foto en la que luzco el vestidito y luego miré a mi hija, en vez de babas me cayeron un par de lagrimillas)...
Pero a lo que iba: a las babas. Últimamente lo inundo todo; que mi niña se pone como un indio apache al robar un trocito del pastel de cumpleaños: babas, que mi niña aprende a hacer pedorretas en mi barriga: babas, que mi niña se queda de pie un par de segundos antes de caerse de culo: babas, que mi niña dice: ma-ma-ma-ma aunque sea al vecino del tercero: babas. Y la última, en la que no babeé sino que me derramé a mi misma ya que toda yo era una baba: cuando ayer por primera vez me dio la cucharilla con la que estaba jugando y se puso a reír.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La reentrée

Setiembre es un mes que, así, de buenas a primeras,  me da rabia. Desde que tengo uso de razón. Ni pereza, ni nostalgia, ni astenia. R-A-B-I-A con todas las letras y en mayúscula. Porque setiembre, en general, da po'l culo. Con la excusa de la vuelta al cole, no sé por qué a todo el mundo le da un siroco descontrolado y le entran las prisas irrefrenables y la mala leche. A mí también. ¿Será la consciencia cristiana que se siente culpable después del dolce far niente agostil? Quizá. Lo que sí se es que, por mucho que me esmere en planear todo lo que haga falta para que no sea así, inexorablemente, cada setiembre de mi vida, me da po'l culo. Ou yes.

Y mira que este pintaba bien... Si empezábamos fenomenal, con vacaciones incluidas... Hasta que todo se torció.

El plan era:
Segunda y tercera semanas de agosto la peque y yo en casa de mi madre mientras durasen las obras, la última semana de agosto -ya sin obras- de nuevo los tres en casa para preparar las vacaciones, limpiar la casa -que tras una obra una casa no es una casa sino Tatooine-, una semana de vacaciones en la montaña para descansar, y de regreso a la ciudad  Miparejo prepararía los dossieres del proyecto que va a llevarse a Madrid a fin de mes, yo empezaría a trabajar en mi primer proyecto remunerado post embarazo y parto -¡uy, qué ilusión si resulta que todavía después de un año de no estar en el ajo cuentan conmigo!- y la Cacahuete empezaría en la guarde un par de horitas al día... Y con lo que le gusta hacer vida social, seguro que se lo pasaría bomba.

La realidad:
Resulta que aquellas obras por las que la peque y yo nos fuimos a pasar dos semanas casa de mi madre aún colean. (Y ya no vivimos en Tatooine sino en el escenario de Mad Max). Y del proyecto que me prometieron si te he visto no me acuerdo. (Algún día debería escribir un post sobre los personajes, personajillos y personajetes que buscan que los freelance trabajemos a coste 0). En resumen, setiembre se ha convertido en: un par de albañiles han conseguido que nuestra casa se haya convertido en el escenario perfecto para una distopía postapocalíptica, nos hemos quedado sin unos ingresos que nos hubiesen venido bien para tapar algún agujero y la Cacahuete de momento no tendrá amigos nuevos.

Conclusión sin mirar con ojos de setiembre:
Cacahuete está contenta porque se quedará en casa con mamá. Yo, después del cabreo de las obras inacabables y del proyecto quepudohabersidoynofue, más contenta que unas pascuas de disfrutar de la renacuaja 24/7 unos mesecines más. Miparejo ilusionado con su viaje a Madrid. Todo está bien si acaba bien y ya estamos a mediados de mes. Sólo faltan 2 semanas para que acabe setiembre... Y luego ya llega octubre y mi cumple. ¡Bien!



jueves, 22 de agosto de 2013

Falsos mitos de las mamás cuarentañeras (II): ¡Que se te pasa el arroz!

Absolutamente falso. A mi se me pasa el arroz desde los 19. Y no digo antes porque no tuve la necesidad de cocinar para subsistir hasta que me fui a vivir a un piso de estudiantes.  Que si no, digo yo que a los 7 ya se me hubiese pasado. Pero es que según Miparejo, mis dotes culinarias no son muy pá'lla que digamos...

¿Ah, que no es este el arroz del que hablamos?  ¿Que hablamos de óvulos?... ¡Qué manía con no llamar a las cosas por su nombre!

Pues no señores, que los óvulos tampaco se pasan, ¡que T-A-M-P-O-C-O son uvas, coñez! Que lo que dicen los científicos es que cuanto más mayores nos hacemos, cada vez quedan menos óvulos en los ovarios y que su calidad disminuye con la edad. Vale, que la cosa no está para echar cohetes cuando tienes 40... ¡Pero es que tampoco lo está cuando tienes 30! Que lo que dicen los estudios es que la edad óptima para quedar embarazada es a los 20. Aquí lo explican muy requetebién.

Sabiendo eso:
a) ¿Qué porcentaje de mujeres van a cambiar sus planes y decidirán ser madres a los veintipocos para no ser un arroz pasado?
b) Si una gran mayoría de mujeres decidimos ser madres a partir de la treintena, es decir, cuando ya -científicamente hablando- nuestro arroz está más que pasao, repasao, ¿no podemos ser un poco más respetuosos lingüísticamente hablando? ¿Por qué a partir de los 40 tenemos que hablar de arroz pasado -o de madres añosas si queremos dárnoslas de cultos e intentar ofender un poco menos- ? ¿Por qué la sociedad tiene esa tendencia de poner presión y miedo en el cuerpo a las mujeres? ¿Por qué despreciarlas por que se hacen mayores? ¿Por qué no analizar por qué las mujeres deciden -o no les queda otra- que ser madres pasados los treinta y tantos? ¿Por qué, eh?

Es que me dan unas ganas de cantar:
Yoooooo soy añosa porque el mundo me ha hecho asíiiiiiii.....

sábado, 17 de agosto de 2013

Vigoréxica.

No, yo no. Desafortunadamente. Es la Cacahuete.

Había leído que los seis meses son un hito, una frontera entre el bebé totalmente dependiente y pasivo y el bebé explorador. Pero la realidad supera la ficción, es decir, a los libros. Desde que Cacahuete cumplió seis meses, su culo pañalero no para quieto ni un segundo. Y nosotros vamos de ídem para que no se descalabre las fontanelas, deje calvo al gato o lacte unas zapatillas.

Hace unas tres semanas empezó a gatear, así, en serio. No eso de levanto un poco el culo y me caigo de cabeza o me arrastro como una culebrilla para sacar el polvo del parquet... No, no, que va: gatear y sentarse de verdad, como una exploradora de seis meses que se precie. Y ahí empezó todo. Al principio sus excursiones se limitaban a algunas incursiones desde su rincón, a mi lado de la cama, hasta los pies, donde Ende, intentaba mantener a salvo -sin éxito, sea dicho de paso- su bastión y su dignidad gatuna. Luego, los afanes exploradores también se ampliaron al salón. De la noche a la mañana abandonó el Leka Circus, la socorrida mantita de juegos de Ikea buena, bonita, barata y que Cacahuete adoraba como si fuese tierra sagrada, para dedicarse a nuevos e interesantes menesteres como,  por ejemplo, invasión de la alfombra rascador de los gatos o caza de chanclas de progenitor. (Como más de uno podrá imaginarse, a mamá, que se pasa el día hirviendo mordedores y lavando peluches, le hace mucha ilusión encontrar a su cacahuete pegando lametones a la suela de unas chanclas que han hecho más kilómetros por la ciudad que un corredor de maratones).

Pero hace unos días que Cacahuete y yo ya no estamos en casa. Hemos dejado al papá de la criatura y a los dos gatines para que se apañen con las reformas del baño –somos unas personajas– y hemos ocupado, así por las buenas y porque se ha dejado ocupar, la casa de mi madre. ¡Y no veas tú la que hemos liado!

Lo primero, la cama. Yo que a la Cacahuete me la veía venir, arrastré la cama donde dormimos, una cama de esas antiguas macizas, contra la pared y aseguré el perímetro con almohadas y cojines.  La primera noche, bien, la peque no salió  de la zona segura. Pero la segunda... Fue tumbarla en la cama y empezar a gatear y trepar, gatear y trepar, gatear y trepar... (Empeño y constancia hasta límites insospechados). Hasta que al final cruzó la frontera de cojines. Mi madre observaba orgullosa a la peque, que había estallado en carcajadas de pura felicidad por haber conseguido batir este nuevo reto, y yo -aunque por dentro orgullosísima del nuevo hito de mi retoño- que me las miraba en plan ¿y ahora cómo me lo monto para que esta no se descalabre? Solución: colchón en el suelo. y almohadones alrededor. Y aquí estamos, en el dormitorio reconvertido a campamento indio. Sólo os diré, para que os hagáis una idea, que para entrar en la habitación tenemos que entrar por el balcón.

Lo segundo, la invasión del salón. Aparta la silla que viene la trona.  Bien. ¿Y dónde metemos el Leka Circus? ¿Y la caja con los doscientos mil peluches que ponemos en la mantita para que la niña se entretenga? Como el salón de mi madre es bastante más chiquitín que el nuestro, tuvimos que arrinconar la mesita de centro contra el sofá, cubrirla con una colcha para que la niña no se hiciera daño con el cristal y asegurarla con un muro de cojines. (Esto me lleva a pensar que jamás hubiese imaginado que mi madre tuviese semejante arsenal -inacabable- de cojines en casa pero, por suerte, los tiene). Al lado, pegado a la mesa y presidiendo la zona de estar, el Leka Circus. Misión conseguida. O no, porque ayer la niña trepó por uno de los cojines y quería ponerse de pie ayudándose de la mesa... de cristal. Esta mañana tendremos que pensar otra distribución más segura de los muebles. Así no hay manera de aburrirse.

Y esto me lleva al final del post pensando que quizá debería cambiarle el título por "Redecora tu vida", como decía aquella campaña publicitaria -de Ikea, como el Leka Circus. Pese a los percances y a los daños colaterales de los que no he hablado - como, por ejemplo, los tirones de pelo y las patadas que me llevo cuando Cacahuete trepa por mi barriga para llegar a algún sitio más lejos, más rápido, más fuerte,  no voy a ocultar que se me cae la baba con mi pequeña plusmarquista.

martes, 30 de julio de 2013

Falsos mitos sobre las mamás cuarentañeras (I): ¡A por la cesárea!

Érase una vez, hará ya un par de años, que por culpa de unos pólipos acabé en manos de un ginesaurio. (Si aún no sabeis whatisithis  podéis pinchar aquí o aquí para una detallada definición del  especimen y sus costumbres). En su favor hay que decir que mi ginesaurio me operó fenomenalmente bien y que me recuperé muy rápidamente, lo que me animó a seguir visitándome con él después del postoperatorio. (Por aquel entonces el ginesaurio aún no había enseñado sus garras).

En una de las revisiones le comenté que Miparejo -presente en la consulta- y yo estábamos pensando en tener prole -yo acababa de cumplir los 39- y le pregunté si creía que podía haber algún problema. Mi pregunta iba encaminada a los posibles consecuencias de la operación y en ningún momento me imaginé la respuesta: "Bueno, un primer embarazo de madre añosa tiene muchos números de acabar en cesárea".... ¿Comorrrrl? Encima de llamarme, aunque fuese sofisticadamente, vieja a la cara - no tanto como él, sea dicho de paso, que ya habría cumplido sus 70 primaveras- , ya me vaticinaba el desenlace de mi aún inexistente embarazo. Después de recoger nuestras respectivas mandíbulas desencajadas del sótano del edificio, Miparejo y yo aprovechamos para largarnos de la consulta piernas para qué os quiero. Jamás volvimos a ver al reputado y senil doctor.

Nada más salir de la consulta del doctor googleé hasta el infinito y más allá todas las posibles combinaciones de las palabras cesárea, riesgos, beneficios, madre añosa, OMS y parto respetado primero en el iPhone de camino a casa y luego, al vislumbrar que eso acabaría en una búsqueda exhaustiva de varios días, en artefactos de teclado más grande y susceptible de ser utilizado a dos manos para evitar la tendidinis del dedo gordo. Tras leer cientos de páginas - que una cuando se obsesiona con algo puede pasarse días sin comer ni dormir- descubrí que una cesárea es una operación de cirugía mayor que entraña muchos riesgos tanto para la mamá como para el bebé, y que no hay ninguna razón que confirme las bondades de rajar la barriga a una mamá cuarentañera sino las creencias infundadas de algunos médicos que "(...) creen que la cesárea es de elección en caso de presentación de nalgas, presentación anterior, madre añosa, etc."  Si fuese mala añadiría a esta lista los fines de semana, las coincidencias con vacaciones, congresos y otras fiestas de guardar. Pero como soy mala lo justo, pues no lo hago.

En resumen, que después de informarme sobre el tema y  leer este maravilloso artículo donde se desmitifican los riesgos y se empodera a la mamá más allá de la cuarentena, decidí que este afirmación no era más  que una de las tantas cuyo único objetivo es acojonar y, por ende, absolutamente falsa.  Acto seguido busqué a una ginecóloga que fuese más respetuosa con sus pacientes, es decir, que creyese que, en principio, cualquier mujer puede parir. Solventado este apartado, Miparejo y yo nos dedicamos tan ricamente a la parte lúdico-festiva de la búsqueda del bebé. Ea, porque nosotros lo valemos. Primer mito, superado.

jueves, 25 de julio de 2013

Una presentación así por encima.


Llevo un año pensando en abrir este blog, más o menos desde el día que me enteré que iba a ser mamá.... Pero primero el embarazo, luego el parto y el postparto -casi ná- y finalmente el día a día con la nueva de la casa -conocida en  los círculos íntimos como la Cacahuete por su cabeza prominente y lampiña- han hecho que construir este blog haya sido más lento que el caballo del malo. Pero esto ya es agua pasada; hoy, por fin, coincidiendo con el sexto cumplemés de la Cacahuete, inauguro formalmente el blog de la mamá cuarentañera. ¡Yupi!

Hay quien dirá que las mamás primerizas somos unas exageradas y que eso de que todo el día vamos con la lengua -y algunas con la teta- fuera es una exageración. Pues claro. Y esta mañana he visto a Elvis en la cola del súper... Vale, acepto que sobre el papel mi día a día no parece nada del otro jueves: teta, cambio de pañales, paseo, jugar con la peque, más teta, más pañales, más juego, habituallamiento -desayuno, comida, merienda, cena -que prepara el papá de la criatura -también conocido como Miparejo-, una peli con la nena en brazos y teta para dormirla... Y a las 9, impepinablemente, a dormir  las dos - ella porque se duerme con la teta y yo porque me quedo frita poniéndola a dormir.  Pero si ahondamos en los detalles... ¡Ay, ahí está el quid de la cuestión! Las tetadas -este bonito palabro se lo he tomado prestado a mi madre y me parece de lo más friki- pueden alargarse durante horas, sobre todo al principio, y normalmente -también sobre todo al principio- pueden ser bastante dolorosas; los paseos, nieve, llueva o haga sol, son bastante aburridos a partir de haber inaugurado la decimoctava ruta alternativa... Lo que sí es maravilloso es observar los pequeños logros diarios de la peque. Reconozco que aquí se me cae la baba. Últimamente es un festival: croqueta, sentada sin apoyo, balbuceos de varias letras.... ¡Es que mi niña es lo más! (Perdón por este efervescente enaltecimiento de mi bebé, pero si no lo hago yo que soy su madre).... En fin, a lo que íbamos, las horas de seudo-asueto -léase ver una peli mientras duermo a la niña- estoy tan concentrada viendo la peli que luego soy el cachondeo de mi pareja -un cinéfilo muy muy advanced- porque nunca sé las pelis que he visto y las que no. ¿Y el día que la peque no se duerme en brazos en el sofá? Pues no hay peli. (Ayer mismo fue uno de esos días gloriosos en que una quiere ponerse un tapón muy muy grande en los oídos, o tener la receta mágica para hipnotizar con un chasquido de dedos y que Cacahuete caiga en un soporífero trance al instante. Pero no, estuvo saltando en la cama durante una hora y media...).

¿Qué bien te lo pasas! Cuando parientes y amigos bienintencionados me recuerdan la "suerte" que tengo de estar con ella 24/7 y no tener que "trabajar" tengo ganas de estrangularlos lenta y muy MUY dolorosamente... Pero que nadie me malinterprete, estar con ella todo el tiempo es maravilloso...  Pero cuando alguien me dice que esto no es trabajar se me hincha la vena. En fin, hasta aquí. Que el primer día tampoco quiero sonar muy agresiva, y menos aún en mi presentación... Así que ya os iré contando.